En el verano de 2009, pasé 15 días de mis vacaciones en Nueva York con una amiga, y en ese tiempo nos dedicamos a recorrer todas las calles que pudimos, deteniéndonos en cualquier lugar que nos llamara la atención. Gracias a esa forma de hacer turismo, descubrimos uno de los lugares más emblemáticos y conmovedores de toda la ciudad: Trinity Church, situada a pocos metros de la «zona cero».
En el exterior, había varios paneles que explican detalladamente los acontecimientos que tuvieron lugar aquel horroroso 11 de septiembre de 2001, y no pudimos evitar leerlos todos. Con el escalofrío aún en el cuerpo, decidimos entrar a esa iglesia-museo para conocer más sobre su historia.
Al parecer, tras los atentados del 11-S, la iglesia se convirtió en «centro de operaciones» y lugar de acogida y encuentro entre ciudadanos de distintas religiones, fuerzas de seguridad, equipos de salvamento y voluntarios dispuestos a colaborar durante esas horas de angustia. Los voluntarios eran psicólogos, médicos, sacerdotes y fisioterapeutas que trabajaban sin descanso (en turnos ininterrumpidos de 8 horas) para ayudar a los bomberos y equipos de rescate que no podían detenerse para dormir ni una sola hora.
No puedo ni imaginar lo duro que debía ser para un psicólogo escuchar y orientar, durante 8 horas ininterrumpidas, a los familiares de víctimas o desaparecidos, o para un fisioterapeuta dar masajes (también sin descanso) a bomberos con la espalda destrozada en su continua búsqueda entre los escombros. Y cuando un voluntario acababa su turno, otro lo relevaba para que los servicios funcionaran las 24 horas del día.
Los sacerdotes de la iglesia, en colaboración con los voluntarios y con todas las personas que llegaban desesperadas pidiendo ayuda, organizaron ceremonias multirreligiosas y oraciones conjuntas a distintas horas del día, la noche y la madrugada. Personas de todas las edades y clases sociales se unieron a la difícil tarea de reunir comida suficiente para todos los que pasaban por allí, y cualquiera que supiera cocinar se quedaba ayudando para que todos los equipos de rescate, voluntarios y familiares de víctimas pudieran comer un plato caliente en cualquier momento.
Mi amiga y yo salimos de allí con el estómago encogido y con un horroroso nudo en la garganta. Sin haberlo vivido en persona, nos sentíamos dolidas y conmocionadas por todo lo que habíamos leído y escuchado al visitar la iglesia-museo. Era difícil asimilar todo lo que había ocurrido en ese lugar ocho años antes de nuestra llegada.
En todo el país, organizaciones y empresas de todos los sectores iniciaron campañas de todo tipo para ofrecer su apoyo y su solidaridad a las víctimas del terrorismo y a la ciudad de Nueva York. Una de ellas, tal y como leímos en Trinity Church, fue una recogida masiva de ositos de peluche por todo el país para regalarlos a las personas afectadas directamente por los atentados.
La iniciativa, que comenzó en una escuela, tuvo un éxito inesperado: se recogieron muchísimos más ositos de los que se pedían, y los niños y familias enviaron también peluches de cualquier animal (no solo osos). En la iglesia-museo Trinity de Wall Street hay varios expuestos para recordar esta hazaña.
Me habría gustado compartir algún artículo completo sobre la campaña, pero es complicado encontrar datos exactos en la Red porque se llevaron a cabo varias acciones similares al mismo tiempo. No obstante, he encontrado información muy interesante, como este post que explica que en Calgary (Canadá) se utilizan ositos de peluche para reconfortar a los niños que han sufrido violencia doméstica, o este otro, que cuenta que en el Healing Field de Arizona, se conmemora a los niños que murieron en los atentados con ositos de peluche.
La página Truth or Fiction confirmó un supuesto rumor sobre la campaña de envío de peluches que realizó la empresa Vermont. Este post confirma que, efectivamente, tuvo lugar el envío de peluches a través de la página web de la compañía. Finalmente, he conseguido encontrar un artículo de Wikipedia en el que se cita el libro Tourists of History para mencionar el envío de más de 6 000 peluches desde Oklahoma hasta Nueva York tras los atentados del 11-S.
Si queréis saber más sobre el papel crucial que tuvo Trinity Church en aquellos días de pesadilla de septiembre de 2001, os propongo leer este artículo de The New York Times.
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