Aunque muchos ya han terminado sus exámenes, para otros la aventura acaba de empezar. Y uso la palabra «aventura» porque cada vez me ocurren cosas más extrañas (y, a mi juicio, más insoportables) en las bibliotecas.
Desde que empecé mi carrera universitaria, me he «enganchado» a las bibliotecas porque, en ellas, trabajo mejor que en casa: me distraigo menos, soy capaz de estudiar más horas seguidas, estoy cómoda, tengo espacio para los apuntes y disfruto de un ambiente de silencio…
Esa era mi teoría al principio. Últimamente, no obstante, estoy alucinando con la actitud de muchos estudiantes que parecen totalmente incapaces de respetar a sus compañeros de mesa. He tenido que aguantar a gente hablando durante horas (ya fuera susurrando o en voz alta) y un largo etcétera de «rarezas», pero el otro día llegué al colmo de los colmos cuando sufrí una auténtica discusión de pareja delante de mis narices.
Ya no tengo ningún problema en callarme: llamo la atención a todo el que moleste para poder seguir estudiando, porque me parece impresionante que se oiga a algunos hasta con los tapones de los oídos puestos…
Universitarios/as del mundo: os pediría, por favor, que si vais a las bibliotecas públicas, silenciéis vuestros teléfonos, no uséis tacones esos días, guardéis silencio absoluto (si queréis hablar o repasar entre varios, ¡usad las salas de trabajo en grupo!)
Ante todo, no olvidemos el concepto de respeto: el que no quiera estudiar, que al menos no moleste…
Firmado: una estudiante un poco desesperada.
——————————————————————————————————————————-