¿Sabrías decir con exactitud cuántas veces te has lesionado en tu vida? Quizá hayan sido muchas, o quizá tengas huesos de hierro y músculos de goma capaces de aguantar casi cualquier esfuerzo. No obstante, no todo es cuestión de suerte: ningún ejercicio físico está exento de riesgos, y el sedentarismo también es uno de los peores enemigos de tu cuerpo.
A pesar de todos los riesgos que existen en tu rutina de entrenamiento, puedes evitar muchas lesiones si aplicas la famosa frase inscrita en el templo de Delfos en los tiempos de Sócrates: Conócete a ti mismo. No hay nadie que pueda entender las capacidades y las limitaciones de tu cuerpo mejor que tú, así que es hora de cambiar tu estilo de vida para adaptarlo a lo que tus células te están pidiendo a gritos.
Cualquier especialista va a repetir hasta el agotamiento los consejos básicos para un estilo de vida saludable: nutrición adecuada, ejercicio físico y horas de sueño suficientes. Sin embargo, cada uno debe adaptar esos «estándares» a su propio cuerpo, porque no todas las personas necesitan dormir las mismas horas, y no todas queman las mismas calorías al entrenar.
El primer paso para prevenir una lesión, por tanto, es conocer los «límites básicos» (nutrición, ejercicio y horas de sueño). No obstante, la teoría es más sencilla que la práctica: a veces es complicado comprender cuáles son esos límites. Por mi experiencia personal, es más fácil ser consciente de ellos si se hace ejercicio regularmente (y creo que muchos deportistas estarán de acuerdo conmigo).
Si te dedicas profesionalmente al deporte, tienes que evitar sobrepasar tus límites siempre que puedas, porque no sabes nunca qué día vas a tener que trabajar más de lo normal. Imagina que has forzado tu cuerpo sin ninguna necesidad durante tres días y luego, de repente, te toca una jornada de entrenamiento intensivo por una competición imprevista, o un compañero del gimnasio en el que trabajas se pone enfermo y te toca impartir cinco clases en ocho horas.
Es inevitable «pasarse» en algunas ocasiones porque se dan circunstancias como las que acabo de mencionar, así que mejor evitar los esfuerzos excesivos si no son absolutamente imprescindibles. El cansancio por falta de sueño, por una alimentación inadecuada o por sobreentrenamiento pueden llevarte a lesiones tan comunes (y fastidiosas) como tendinitis o contracturas.
Otra precaución básica es escoger un calzado acorde con las características de tu pisada y con el tipo de ejercicio que vas a realizar. Lo ideal es conocer el tipo de pisada y preguntar a un especialista para comprar unas deportivas que aseguren la mejor amortiguación para la práctica deportiva: cámara de aire, gel, etc.
Y un último consejo: vigila tus lesiones anteriores. Dice la sabiduría popular que el tobillo en el que te has hecho un esguince nunca volverá a ser el mismo, así que… ¡mucho cuidadito! En mi caso, mi tobillo izquierdo es «mi hombre del tiempo»: se resiente para avisarme de que van a bajar las temperaturas y de que debo poner especial atención en amortiguar la pisada.
Más adelante escribiré un post con mis hábitos de vida saludable y de prevención de lesiones, que me están dando muy buen resultado porque se adaptan a unos límites físicos que ya conozco muy bien. A lo mejor pueden servir a más personas…
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