«Mil peluches». Se dice pronto, pero es una cifra increíblemente alta, teniendo en cuenta que mi actual colección de más de 200 ejemplares amenaza con echarme de mi propia casa un día de estos. En mi habitación, ahora mismo, hay cuatro estanterías, dos cajas, un cajón y varias bolsas de esos simpáticos seres de tela y pelo.
Cabría preguntarse por qué hay una sección sobre peluches en una página personal de alguien que se dedica profesionalmente a la comunicación y al ocio saludable, pero debo decir en mi defensa que llevo toda mi vida intentando convertir mis pasiones en mi profesión. Por tanto, no podía dejar escapar la ocasión de escribir sobre peluches. Al fin y al cabo, quizá algún día mi «frikismo peluchil» pueda servirme para algo a nivel económico…
Al principio, cuando era pequeña, tenía peluches porque me parecían adorables y porque formaban parte de un fantástico mundo infantil en el que los juegos y la imaginación eran lo que más importaba. ¿Me estoy poniendo nostálgica? No era mi intención. Solo quería presentar esta extraña sección de la página, en la que hablaré de mi curioso inventario.
Llevo años coleccionando peluches por simple «amor al arte» (como el que colecciona sellos, oye). Por eso tengo rarezas como una mofeta, una rata, un mapache, dos erizos, un ornitorrinco… ¡de peluche! ¿Curioso? ¿Friki? Pienso que si una comunicadora no escribe sobre aquello que le apasiona, se ha equivocado de profesión. Además, seguro que me entretengo digitalizando el inventario, renovando fotos y creando el nuevo álbum en Flickr. Próximamente…
Ah, por cierto: espero llegar a tener 1000 peluches algún día. El motivo es que, hace años, una amiga de mi hermano me escribió una dedicatoria en la que me retaba y animaba a ello. Si es que no se me puede decir nada…
Imagen: captura propia.
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Sí al álbum en Flickr, jeje.
¡Claro que sí! En estos días, empiezo a hacer las fotos 😉